Entre testimonios, archivos y recuerdos familiares, la investigadora Lorena Leiva reconstruye en “La sal de la vida: memorias de las antiguas salinas de la laguna de Bucalemu”, un oficio ya desaparecido pero fundamental para comprender la identidad de este territorio costero. En esta entrevista exclusiva, aquiesta.cl releva el valor de su obra como un aporte al rescate del patrimonio histórico y biocultural de Bucalemu, localidad de la comuna de Paredones, en la Región de O’Higgins.
Un libro que rescata la memoria salinera
El libro “La sal de la vida: memorias de las antiguas salinas de la laguna de Bucalemu”, de Lorena Leiva Román, Andrea Pequeño Bueno y Pablo Baeza Contreras, rescata un capítulo vital de la historia local: el oficio de los salineros y su estrecha relación con la laguna de Bucalemu. A través de testimonios, documentos históricos y fotografías, la obra reconstruye la memoria de Cabeceras, último enclave salinero de la zona, donde generaciones combinaron la vida campesina con la extracción de sal, actividad que fue motor económico y cultural de la costa central de Chile hasta la década de 1980.
Publicado en 2016 gracias a un proyecto Fondart y con el patrocinio de la Municipalidad de Paredones, el libro fue editado sin fines de lucro y no se encuentra disponible en librerías. Por ello, suele considerarse “agotado”, aunque aún existen ejemplares en bibliotecas públicas y en el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Paredones, donde se han distribuido en actividades culturales o entregado como obsequio institucional.
Más que un registro histórico, esta obra constituye un homenaje a la sabiduría y al esfuerzo de quienes trabajaron las salinas, y un llamado a valorar el patrimonio biocultural que conforma la relación entre la comunidad, el territorio y la naturaleza. Su reedición y difusión siguen siendo una tarea pendiente para mantener viva esta memoria que forma parte de la identidad de Bucalemu.
La motivación de la autora: memoria familiar y búsqueda histórica
Para profundizar en el sentido y la experiencia detrás de esta investigación, conversamos con Lorena Leiva Román, investigadora, descendiente de bucaleminos y vecina de Cabeceras. Leiva fue coordinadora del proyecto “Cabeceras y sus salinas extintas: una historia por contar”, que dio origen al libro, y junto a su equipo recopiló los testimonios de los últimos salineros, devolviéndole voz a una tradición que marcó el territorio. En esta entrevista comparte sus motivaciones, hallazgos y reflexiones sobre el valor de rescatar la memoria de las salinas de Bucalemu como patrimonio biocultural.
Un misterio familiar y una búsqueda personal
Conociendo tu historia y tu conexión con Cabeceras, ¿qué te motivó, en lo personal, a emprender este proyecto y a documentar la historia de las salinas?
Mi conexión inicial es con la laguna de Bucalemu, pues mi padre era bucalemino y él siempre decía que la laguna era mucho más grande cuando él era un muchacho y que el camino hacia Bucalemu, venía por la zona norte de la laguna. La vida lo llevó a Santiago y luego se compró una propiedad en Cabeceras, pues quería estar cerca de Bucalemu, pero no en el pueblo mismo porque a él le interesaba el campo y, a esas alturas, Bucalemu ya dejaba de ser un pueblo campesino al lado del mar y se convertía en un balneario, cosa que yo creo, a él no le gustaba mucho.
En cambio, Cabeceras, tenía esa vida campesina antigua, como detenida en el tiempo y eso era lo que él andaba buscando, pero sin alejarse de sus raíces. Cuando conocí el sector de Cabeceras, hice la relación que la laguna vista desde la zona norte, era la misma laguna que yo veía en Bucalemu, o más bien, era su continuación. Y pronto me di cuenta de que también había salinas, pero eran muy pocas. Yo he venido a Bucalemu desde que nací, pero mi instalación en Cabeceras, se dio cuando yo tenía 12 años, así que en el momento, no me pareció muy diferente a lo que yo había visto en Lo Valdivia, en donde la misma laguna se conectaba con el mar en Boyeruca. En esos años, entendí que en Bucalemu se daba el mismo fenómeno natural y cuando fue el terremoto de 1985, esas últimas salinas desaparecieron totalmente, y después vinieron sequías y casi la laguna en el sector de Cabeceras se perdía totalmente. Tenía que llover mucho para que apareciera el flujo de agua que a mí me parecía que existía antes.
El enigma de las salinas perdidas
«Sin embargo, conforme fui creciendo, me fui dando cuenta de que en Bucalemu, las nuevas generaciones no sabían o no reconocían salinas en el sector más interior de la misma laguna. Como mi padre era un hombre mayor, tenía la memoria de aquello y las personas mayores lo contaban como algo normal, pero a medida que venían nuevas generaciones, parecía que ese hecho no hubiese existido.
Cuando crecí y me volví adulta, comencé a buscar las salinas de Cabeceras en trabajos antropológicos e históricos y no aparecían por ninguna parte al buscarlas de esa manera. Era un poco demencial, porque mi padre y otras personas mayores de la zona las recordaban, decían que tuvieron mucha producción y, sin embargo, no había registros a dónde buscar información histórica».
La clave para resolver el misterio
«Y por otra parte, a las personas de mi generación en Bucalemu les parecía como si les hablara de una locura, pues las únicas salinas cercanas que reconocían eran las de Lo Valdivia, en la laguna de Boyeruca. Y fue así que resolví el misterio, usé esa lógica para buscarlas: mencionar la laguna donde estaban emplazadas y no el nombre de la localidad más cercana. Es decir, en las fuentes históricas, si buscas la laguna de Boyeruca, encontrarás las salinas de Boyeruca y luego aparecerá Lo Valdivia como el pueblo donde se concentraron los salineros de esa laguna. Lo mismo en Cahuil. Históricamente, en las crónicas coloniales, aparecen las salinas de laguna de Cahuil y, posteriormente, a fines del siglo XIX y principios del XX empiezan a aparecer los nombres de las localidades salineras: Barrancas, Cahuil, La Villa.
Aplicando esa misma lógica, busqué por las salinas de la laguna de Bucalemu y ahí apareció mucha información histórica. Ahí fue que decidí reconstruir esa historia, pese a que no soy historiadora. Busqué la ayuda de una amiga antropóloga y de un fotográfo y postulamos a un fondo de patrimonio del Consejo de la Cultura y las Artes y estuvimos dos años buscando archivos históricos y nos encontramos con mapas, planos, escrituras antiguas que hablaban de la producción salinera de Bucalemu (por su laguna)».
Cabeceras: Más que solo un lugar
«Ahí me di cuenta de que lo mínimo era agradecer a la comunidad de Cabeceras, donde la memoria de las salinas estaba presente todavía por enseñarme que no estaba loca al recordar que en mi infancia, cuando venía a Bucalemu por el camino de «enfrente», antes de la existencia de la «variante» (así le llaman las personas antiguas a la ruta I-72), se veían salinas bordeando el camino. Creo que fue la curiosidad intelectual, pero también la sensibilidad histórica, la que me motivó a tratar de entender que hay que aprender del pasado y que nada sucede por casualidad, porque al buscar Cabeceras en las crónicas coloniales, resulta que sí era una localidad reconocida, más que Bucalemu, pero sus salinas no se identificaban por el nombre de esa localidad, sino por la laguna.
Desde el siglo XVII hasta principios del siglo XX, Cabeceras era la segunda localidad más habitada de la comuna de Paredones, después de Paredones mismo, pues sus salinas eran productivas y muy activas. Pero en los libros antiguos no aparecían como salinas de Cabeceras, sino como salinas de Bucalemu, cuando Bucalemu ni siquiera existía todavia. De hecho, Cabeceras, aparece con 400 habitantes en el siglo XVIII, con negocios, vida social y mucha bohemia. En esa época, Bucalemu no existía como pueblo. Mi padre nació en 1924 en Bucalemu, y en la parte baja había cuatro casas, entre ellas, la de mis abuelos. En lo que es Bucalemu alto, había más vecinos, pero muy dispersos, pues vivían del campo más que del mar. Bucalemu, como lo conocemos, es una localidad que se empezó a consolidar a fines del siglo XIX. Conocer la historia de las salinas de Cabeceras me ayudó a comprender mejor la historia de Bucalemu, pues ambas localidades han tenido una historia común a través de la laguna. Y en eso podemos agregar también a la comunidad de la Capilla, donde nació mi abuela, y que si vamos a las leyendas que dicen que la laguna era mucho más grande, en realidad, la población más cercana al mar, era la población que al final se terminó llamando La Capilla. Tener esa memoria viva, a mi me parece necesario y permite comprender mucho mejor cómo es la relación de los humanos con la naturaleza en esas localidades y cómo la historia se ha tejido entre campo y mar».
Recuperar voces: el trabajo con los últimos salineros
¿Cómo fue ese proceso de sentarse con los salineros y sus familias? ¿Qué significó para ti, más allá de la investigación, el acto de recopilar esos recuerdos tan íntimos?
Un proceso de escucha y colaboración
«Lo cierto es que alcancé a entrevistar a los últimos salineros vivos de la localidad de Cabeceras, antes que varios de ellos dejaran este plano y otros empezaran a enfermar. Todavía están algunos de esos vecinos en la localidad, pero ya están muy enfermos o definitivamente, ya no viven en la zona porque no pueden estar solos debido a su edad.También, me pude dar cuenta de que eran muchas más personas que habían ejercido ese oficio en la localidad de Cabeceras, en conjunto con sus actividades campesinas.
Como yo soy parte de esa comunidad y para efectos de una mayor objetividad, muchas de esas entrevistas las realizó mi compañera Andrea con el fin de que no permeara demasiado mi propio conocimiento de las cosas y creo que fue una excelente decisión. Yo hacía el contacto con mis vecinos, a quienes conozco desde hace 40 años, y ella hacía las entrevistas y los análisis los hicimos en conjunto.
No obstante, yo estuve presente en muchas de las entrevistas y siempre, entrar a una casa y que las personas compartan sus historias personales y familiares (muchos vecinos que eran los padres, abuelos y bisabuelos que ya habían fallecido y que dejaron su huella en ese trabajo), con algunas de sus fotografías, sus recuerdos, son historias que a mí me gusta mucho escuchar.
Conocer esas historias y relevar esa memoria muestra cuánto hemos cambiado y cuán poco sabemos y que es cosa de poner atención a las personas mayores y conversar, aprender de ellos y ellas. También visitamos a vecinos y vecinas de Bucalemu. En ese sentido, la larga conversación con don Juan Pastene, que al poco tiempo dejó de existir, me sirvió a mí también para conocer historias de mi familia que yo no conocía. Relevar esas historias es reconocer que hay mucho más por conocer y aprender y esa debería ser una tarea que no debemos dejar de lado».
Un oficio desaparecido, un patrimonio que permanece
Para las nuevas generaciones, ¿qué aspecto de la vida de los salineros crees que es el más valioso o el más desconocido, y por qué es importante recuperarlo hoy?
El pasado de un oficio olvidado
«Me parece que existe una suerte de negación a reconocer ese pasado para muchas generaciones más modernas. Me causa curiosidad la razón de esa negación. Tal vez, como investigadora en ciencias sociales, me puedo plantear una hipótesis al respecto y es que ese pasado remite a una época de mucha precariedad. Ser salinero no era lo mismo que ser propietario de una salina (igual que ahora) y por lo mismo, había mucha pobreza, mucha discriminación, muchas necesidades, pese a que Bucalemu era un sector de salinas que durante tres siglos (XVIII, XIX y XX) fue muy productivo. Tal vez, las ganancias no quedaban en la zona, tal vez Chile era un país donde se estaba consolidando la República y el Estado nacional y, por lo tanto, había otras necesidades que era necesario reforzar y la apuesta del país fueron las salitreras del norte, por ejemplo».
La conexión natural entre la laguna y el mar
«Pero lo cierto es que en Bucalemu, vecinos de la zona (Julio Márquez de Cabeceras y Domingo Ormazábal de Bucalemu) intentaron con sus recursos y su ingenio que la laguna y el mar estuvieran siempre unidos a través de un túnel, cuyos restos siguen presentes en la playa grande, en la roca que se llamaba La Gaviota y que pasaba por abajo donde está el antiguo camping. Ahora, todo eso lo cubrió el muelle y si se tiene un poco de paciencia y capacidad de observación, ese túnel sigue presente, aunque está destruido. Esos vecinos, entendian que lo natural era que el mar y la laguna, cada cierto tiempo se tocaran. Por eso el puente de la playa, el clásico, construido en los años 60 por Domingo Ormázabal, se construyó en esas rocas y no en otra parte. Eso demuestra que la laguna y el mar pasaban mucho más tiempo unidos y que no había pasada a la playa en una gran cantidad de tiempo durante el año. Durante el verano, surgía la pasada a la playa y la laguna era un lugar donde muchos de nosotros podíamos nadar. Así que cuando en estos últimos años hemos tenido lluvias torrenciales y marejadas que unieron la laguna con el mar, hay que hacer memoria, que eso, era lo que ocurría de manera natural y con más frecuencia de lo que ocurre ahora y que no es malo que ocurra porque así la laguna se oxigena y se mueve su flujo de agua de forma natural. Eso había ocurrido por siglos. Comprender esos ciclos naturales, nos ayudaran a entender que las intervenciones humanas, no siempre son acertadas. El muelle lo demostró y también, el hecho que las personas construyan sobre lo que es lecho de la laguna, que es un humedal costero y que por su naturaleza, necesita de la conexión con el mar y que en invierno, sube su nivel, si hay lluvia. Esto también es válido para hablar de los desechos domiciliarios que se tiran a la laguna y la basura. Si esa conexión con el mar se termina, con el tiempo, la laguna también desaparecerá y con eso, un aspecto fundamental de la historia, el paisaje y la naturaleza que rodea a Bucalemu».
El legado de las salinas: patrimonio biocultural
¿Qué te gustaría que los lectores sintieran al leer el libro? Si tuvieras que resumir en una emoción el legado de las salinas, ¿cuál sería?
Me gustaría que los lectores y lectoras sintieran que no es una historia tan lejana. Que todo lo que recopilamos con Andrea y Pablo, son cosas que están en la historia viva de la zona y que comprender esa historia, es comprender la naturaleza y la geografía que nos rodea.
Si somos responsables y pensaramos con una reflexión de largo plazo, comprendiendo todos estos ciclos naturales, podríamos también tener una relación más amable con esa naturaleza y no enojarnos cada vez que el mar sube su nivel a través de la laguna. Creo que el legado de las salinas en Cabeceras nos debe enseñar que nada es eterno, que nada de lo creado por nosotros dura para siempre y que en ese sentido, la naturaleza tiene ciclos mucho más extensos y de más largo plazo que hay que comprender y respetar para no sufrir cada vez que ocurre algo, que en realidad, siempre había ocurrido. Si lo resumo en una palabra, más bien diría que hay un concepto: patrimonio biocultural y en ese sentido, recordar que nosotros somos parte de la naturaleza y no es la naturaleza la que está a nuestra disposición.
Un libro agotado que pide reedición
El libro está agotado y no disponible, lo que dificulta el acceso a la historia. Como gestora del proyecto, ¿qué opinión te merece esta situación y qué significa la necesidad de una reedición?
En realidad, el libro nunca estuvo a la venta. Fue una edición de 1000 ejemplares financiada por el MINCAP y que se debía regalar, pues era de acceso gratuito. El hecho es que a mí ya no me quedan ejemplares, pero en el departamento de Cultura de la Municipalidad de Paredones, quedan todavía, así que si alguien lo desea solicitar, lo puede hacer, a no ser que tampoco queden ejemplares suficientes. También, es obligación en estos proyectos, regalar ejemplares a las bibliotecas, así que el libro está en todas las bibliotecas de la región, incluida la biblioteca pública de Paredones, que es la biblioteca de la comuna y en la que todos los vecinos y vecinas podrían inscribirse y pedir este libro y muchos más. De hecho, también lo he visto en la biblioteca pública de Pichilemu y en la de Santa Cruz.
Por cierto, a mí me encantaría hacer una segunda reedición, pero que esta vez no tendría el financiamiento del MINCAP, así que si hacemos un acto de recaudación de fondos para reimprimir, sería genial. Eso ya sería una edición particular y ahí sí se podría vender y habría que generarle un ISBN (el código de inscripción de la Cámara Chilena del Libro y que controla la venta de libros dentro del país). También se podría hacer una edición digital, a través de un ebook y distribuirlo por medio de alguna página web. En cualquiera de estos casos, ya no tendría quel logo del MINCAP pues ahora si seria una edición para ser vendida. Por cierto, decir venta en este caso es para recuperar, en parte, los gastos que significa una reimpresión profesional. Uno de mis planes es hacer una reedición dentro de los próximos años y la cuestión es el financiamiento para eso. Por supuesto, hay muchos otros proyectos acerca de la memoria y el patrimonio biocultural en la zona, así que ganas no me faltan de hacer ese proyecto y otros, pero por ahora estoy en otros compromisos. Pero aprovecho de decir que podemos generar una iniaciativa por ese medio y seguro sería un gran trabajo.
Un mensaje final a la comunidad de Bucalemu
Finalmente, ¿qué mensaje te gustaría transmitir hoy a la comunidad de Bucalemu al recordar la historia de las salinas? ¿Qué papel crees que tienen en el futuro de ese patrimonio?
Honrar la historia y cuidar el entorno
Creo que aprender de esta historia significa valorar ese pasado pero también entender que el espacio geográfico es más que lo que se vive en un punto específico. En realidad, todas las personas que estamos compartiendo en algún punto de la laguna de Bucalemu, somos parte de un mismo espacio geográfico y a todos nos corresponde cuidarlo.
A veces me ha tocado denunciar que hay personas que botan basura en el humedal de Cabeceras, como si algo que ocurre a 2 kilómetros no influyera en lo que sucede alrededor. Creo que hay una mirada muy a corto plazo y a corta distancia acerca de las acciones que realizamos y pensamos que lo que hacemos en nuestra propiedad, no tiene ningun impacto a 2 o 5 kilómetros de distancia y lo cierto, es que pueden ser impactos muy menores en el corto plazo, pero a la larga, pasados los años, resulta que sí se generan impactos que nos perjudican a todos y todas.
Los fenómenos de la naturaleza nos demuestran que todo está conectado y que si tuvieramos esa visión más amplia, podriamos convivir mejor con la naturaleza que nos acoge. Ya no están las salinas de Cabeceras en la laguna de Bucalemu, pero eso solo nos demuestra que nosotros somos los que generamos los cambios más rápidos y perjudiciales y que esas salinas desaparecieron por muchos factores, pero quizás los más importantes son que la laguna ya no se siguió conectando con el mar de manera natural, que la laguna fue contaminada, que se le ha quitado espacio y que en algún momento, la producción salinera no redituaba las ganancias que alguna vez produjo. En esto confluyen razones naturales: sequías, terremotos y cambios de terreno, pero principalmente, nuestra acción sobre el territorio como humanos que no siempre comprendemos la historia/naturaleza que nos rodea.
Conocer ese patrimonio, es una historia de todos nosotros aunque en rigor no estuvierámos ahi. Confío en que ese futuro muestre que hay que valorar nuestro entorno, para vivir de una mejor manera. Espero que nuestra soberbia no nos gane.
Un llamado al presente
Hoy, el recuerdo de las salinas de la laguna de Bucalemu nos invita a mirar el territorio con responsabilidad. Si en el pasado la sal fue motor de vida, identidad y comunidad, hoy nos corresponde a nosotros proteger la laguna, cuidar el humedal y transmitir esta memoria a las nuevas generaciones. Cada acción, por pequeña que parezca, influye en la salud de nuestro entorno común. Honrar la historia de los salineros no significa solo recordarlos, sino continuar su legado de respeto y vínculo con la naturaleza que nos sostiene.
Nota de Redacción: La mayor parte de las imagenes publicadas en esta nota fueron extraídas desde las páginas del libro: “La sal de la vida: memorias de las antiguas salinas de la laguna de Bucalemu”, de Lorena Leiva Román, Andrea Pequeño Bueno y Pablo Baeza Contreras. Agradecemos a Lorena Leiva Román su generosa colaboración.
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